Invención de gato

(Calambur, 2006)

 

Invención de gato es la recreación de lo desaparecido a partir de las huellas que dejaron los habitantes de una casa derruida: el color de las paredes de una medianera, los cercos de los objetos, las voces que renacen en la oscuridad del solar velado por un gato. En definitiva, el inmenso solar en que se convierte, en aras a la modernización, una ciudad portuaria donde una vez hubo cafés cantantes, marineros rusos, niños asustados, amantes, bebés y mujeres que duermen siempre solas mientras la noche avanza en toda su brillantez y su miseria.

VIII

en el cuarto amarillo
los amantes encienden las palabras.
Qué importa lo que duren, si prenden rápido,
si se tiñe la cama de reflejos de plata, azul, rojo,
naranja, si no suena otra cosa, si los miedos
se escapan y florecen
las quemaduras de la sábana.
Las palabras se afilan
con fuego de palabras.
Los amantes ensayan.

X

la dejaron en tierra.
La abandonaron a su suerte en la tierra.
Sus piernas son saladas. Tiene el sabor
del mar y las galletas rusas. «Es rusa,
como tú», te dijo el camarero,
«como el filete ruso».
En la escalera oscura le lames las rodillas.
Está cabeza abajo. Todo se balancea, zapato
de charol en el vacío, el barco en que viniste
―se parece a tu hermana―, ese barco con hambre
que la trajo ―tiene la voz exacta de tu hermana―,
los ratones matándose en la popa ―sin embargo
podría ser tu hija― devorando los trozos
de galleta que saben a sus piernas. «Es rusa,
como la ensaladilla».
Tiene las quince líneas de la mano
con forma de escalera.

XV

«se lo llevó la del pañuelo rojo,
la que lee en las tazas
y se lleva los libros a la boca,
dicen ―la bailaora
está borracha―
que se acercó a su pelo,
la del pañuelo rojo,
la que tiende pecados en el patio
y confiesa las sábanas,
y que al tocarle el pelo
hizo caer
esta maldita lluvia de cerillas
que me ha dejado el mundo
oliendo a pólvora.

La del pañuelo rojo».

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