Fuentes y pozos de los deseos

La Fuente de la Eterna Juventud: por buscarla algunos perdieron precisamente eso, la juventud, y en ocasiones, la vida. ¿Se halla en Florida? ¿En la Bretaña de la leyenda artúrica? El secreto mejor guardado de estas aguas es que recorren la tierra hasta asomar aleatoriamente en los grifos de ciertas casas. Los afortunados de estos hogares suelen disimular. Fingen su muerte. Al cabo de los años se hacen pasar por sus sobrinos, nietos… Disfrazan su alegría con gestos de cansancio y expresiones como «Ahí vamos, sobreviviendo».

La Fuente de la Eterna Vejez: la gran decepción, la oveja negra de las fuentes del mundo. Es lo peor que te puedes encontrar en un paseo campestre. Se cuenta por ahí que una de sus sorprendidas víctimas tuvo la amabilidad de poner «No potable» delante del caño.

Fuentes mágicas paganas y aguas santas milagrosas: con la cristianización, unas pasaron a convertirse en otras. Con la comercialización, «otras» volvieron a convertirse en «unas». Son fuentes de recorrido circular.
La gente confía en estas aguas y deposita en ellas sus esperanzas, su sanación, sus sueños… porque generaciones y generaciones anteriores depositaron en ellas sus esperanzas, su sanación, sus sueños. En realidad, son depósitos, tanques de esperanza. Tal vez en ello resida su poder.

Fuentes tragaperras: su ansia por las monedas las ha ido despojando de poderes mágicos y convirtiéndolas en malas compañías. Son adictivas y vanidosas. Encubren su mal aliento a cobre con falsos brillos que se perciben desde otros planetas.

Pozos de petróleo: cuantos han encontrado uno de estos coinciden en un punto: no han vuelto a trabajar un solo día de su vida. Por lo tanto, son pozos que te quitan el trabajo. Además, si bebes de ellos, te quitan la salud. Y para colmo, manchan.
¿Por qué son tan deseados? Yo tampoco lo sé. Los pozos de petróleo pueden ser muy misteriosos…

Pozos de los Deseos: catalejos hacia las profundidades del agua, de la tierra y a veces, también del subconsciente.
Algunos son burlones y antes de cumplir tus sueños te hacen pasar por trámites surrealistas: meter el codo derecho en el agua, lanzar tres hojas recitando un conjuro, dar vueltas a la pata coja con la ropa interior en la cabeza…
En un pozo perdido de Galicia, al tirar un guijarro y dar siete palmadas, desees lo que desees apareces en el metro de Londres, y desnudo. En el pueblo de al lado hay otro pozo donde en ese momento se oyen risas.

(«Deseos de nunca acabar». Vanesa Pérez-Sauquillo, con ilustraciones de Fernando Vicente. Lumen, 2017)

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