Luis Bagué Quílez
Babelia
5 DE AGOSTO 2019
La poesía de Vanesa Pérez-Sauquillo se define por una peculiar aleación de belleza y fragilidad, a lo que ahora une una voluntad lúdica
Bajo su aparente liviandad tonal, el nuevo libro de Vanesa Pérez-Sauquillo transita entre la pasión flamígera y las brasas elegiacas, la rosa del carpe diem y la azucena del tempus fugit. Con todo, Combustión espontánea no solo revisita los tópicos sin más, sino que nos entrega un GPS para orientarnos por las carreteras de la vida, una audioguía para no perdernos en ningún museo y un tratado de autoayuda para rescatar a poetas en apuros.
En la sección inicial, ‘El huracán y la celebración’, las visiones proféticas alternan con las estampas de un erotismo más allá de la epidermis donde se dan cita las cenizas con sentido y el polvo enamorado: “hasta que yo también / me queme entre tus manos”. Mientras que ‘Canción de carretera’ recoge el testigo de Climax Road en una serie de composiciones sobre ruedas que registran la fábula del paisaje, en los cuadros verbales de ‘Época azul’ las silenciosas modelos de Modigliani o Degas toman la palabra para expresar la rebelión de las musas en la era del MeToo y abanderar una subversión óptica capaz de quitarle el antifaz al mundo: “Convertía a los pintores cubistas en niñas de Renoir (…) A los borrachos de París, en poetas místicos. / A poetas místicos en cabras de Picasso”. A su vez, si los textos reunidos en ‘Erosión humana’ nos hablan de los remiendos de la identidad, los agrupados en ‘Lo que dura un Nescafé’ acuden a la marca registrada con la intención de entrar en la cocina de la literatura. Los guiños intertextuales protagonizan piezas como ‘Las notas a pie y yo’, que reescribe en clave metadiscursiva el célebre comienzo de Platero y yo, o ‘Los diez mandamientos del monte Parnaso’, donde la parodia bíblica se cuela en el decálogo de buenas prácticas al que debe atenerse todo escritor con ínfulas.
Como en anteriores títulos de Pérez-Sauquillo, Combustión espontánea se define por una peculiar aleación de belleza y fragilidad, a la que ahora se añade un tercer elemento en no pequeñas dosis: una voluntad lúdica que defiende la llama de la imaginación frente al jarro de agua fría de la rutina. Pasen y ardan.